lunes, 26 de diciembre de 2011

Ausencia de Dios

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía. 

Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que dios se muere, se resbala,
saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.



Mario benedetti


Uno de mis poetas favoritos junto con José Angel Buesa 



1 comentario:

  1. Esto me ha hecho recordar algo que leí o pensé: a veces, la ausencia de ilusión nos hace buscar una evasión como el amor, y nos convertimos en fanáticos sin dios ni religión que se agarran a cualquier clavo de su profundo abismo, por muy deteriorado e inestable que este pueda ser...
    Todo lo que sea menos vivir sin fe, sin darnos cuenta de que no hay dios más poderoso que nosotros mismos..

    Este trozo es mi preferido:
    Ahora qué miedo inútil, qué vergüenza
    no tener oración para morder,
    no tener fe para clavar las uñas,
    no tener nada más que la noche,
    saber que dios se muere, se resbala,
    saber que dios retrocede con los brazos cerrados,
    con los labios cerrados, con la niebla,
    como un campanario atrozmente en ruinas
    que desandara siglos de ceniza.

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